Las fantasías sexuales son representaciones que crea la imaginación de los deseos que tenemos, ya sean de una manera consciente o inconsciente. Estas ideas e imágenes que creamos, nos generan excitación sexual.

La fantasía sexual nace tanto de aquello que hemos vivido, de nuestra imaginación y de todo aquello que hemos incorporado a nuestra mente: libros, películas, canciones…. Suma importancia tienen aquellas escenas y referencias sexuales que vemos durante la infancia ya que quedará grabada en la memoria y, el día menos pensado saldrá.

Las fantasías equivalen a los sueños, por ello no se rigen ni por la lógica ni por la moral, sólo han de excitarnos y buscarle sentido es un sin sentido. La fantasía de todo ser humano es diferente para cada uno, experimentar las fantasías dentro de la pareja tiene que entenderse como un intercambio consentido entre dos personas. Un juego vinculado a algo íntimo entre ambos miembros, que se alimenta experimentando y descubriendo diversas sensaciones.

 

¿Cómo actúan las fantasías sexuales?

Visualizar una meta, una acción produce el mismo placer que conseguirla porque las zonas del cerebro que se activan son las mismas, por eso nos motivamos tanto.

Cuando creas esta ficción imaginaria, en realidad lo que haces es entrenar tu mente para cuando llegue el momento poder ponerlo en práctica. Igual que los deportistas de élite visualizan la meta.

Imaginar también potencia el deseo y es una solución eficaz en momentos de baja apetencia sexual o cuando es difícil excitarse. El sexo y el deseo empieza en el cerebro, el órgano sexual principal. Tener fantasías nos evade de la realidad por lo que tienen un efecto calmante y liberador de estrés. No necesitan una estimulación física para llegar al orgasmo, simplemente dejarse llevar y evadirse por unos momentos. Puede que no resuelvan los problemas, pues una vez dejas de fantasear y vuelves a la realidad, ahí siguen, pero hacer un alto te liberará la mente y, quizá, encontrarás una solución antes.